jueves, 11 de diciembre de 2014

Historias de Lucy: ¿Cuántas veces más debo decir adiós?


Me atrajo fuertemente hacia sí, me dio un beso y dijo - tenemos que irnos- y aunque no quería hacerlo me levanté y comencé a vestirme rápidamente mientras él me observaba sin perder de vista ningún detalle, estaba parado frente a mí y yo esperaba que se vistiera también, pero no lo hacía.
Cuando terminé le pregunté qué sucedía, no dijo nada, se acercó casi acorralándome, hizo que me tendiera sobre la cama y se echó sobre mí, me besó primero tiernamente y luego con excesiva pasión, sentí su sexo erecto sobre mí, sus manos recorrían mi cuerpo y ya no me dejaban pensar, una vez más lo dejé seguir.
Lentamente fue despojándome de la ropa que hacía pocos minutos acababa de ponerme, bajó mi falda, me quitó la blusa, mi brasier, besó mi pecho muy suavemente y fue deslizando sus labios por todo mi cuerpo, bajó mis bragas mientras yo le pedía que me tomara y que me hiciera suya otra vez.
Sentí como entraba en mi cuerpo y le pedí más, lo sentí tanto y tan profundamente que no quería que me dejara, luego lo tomé yo, una y otra vez, disfrutamos tanto el poseernos que aquellos minutos fueron interminables, creí que no podíamos sentir más, aquello era tan intenso, tan real.
Luego de consumar el acto descansamos, él sobre mí repetía que no quería dejarme, que no quería perderme, yo no decía nada pero sabía que tampoco quería dejarlo, que hubiera dado lo que fuera porque siguiéramos así, juntos, amándonos, poseyéndonos.
Al salir de aquel hotel sentí que las pocas personas que por ahí deambulaban nos miraban inquisidora mente aunque en realidad nadie notó nuestra presencia, nadie sabía lo que sucedía entre nosotros, era un secreto, nuestro secreto.
Caminamos una cuadras por una calle oscura, íbamos tomados de la mano, no hablábamos, en aquel momento no teníamos nada más que decir, nuestros corazones hablaban sin palabras, a esas alturas ya no era necesario añadir  más.
Paró un taxi, pagó y me besó tiernamente - veamos qué sucede, cuídate mucho, te quiero - lo miré con una sonrisa en el rostro y solo respondí - tú también - cuando ya iba camino a casa lo llamé, le dije que no entendía lo que pasaba entre nosotros, que me sentía turbada, que necesitaba respuestas sobre lo nuestro, respondió que se sentía igual, que no sabía qué hacer.
Pasaron unos días en los que traté de reprimir su recuerdo hasta que recibí un mensaje en el celular, me pedía que nos viéramos "una vez más", que necesitábamos hablar por última vez, pensé en que no era bueno hacerlo pero nuevamente cedí, mientras la cabeza me decía que no, sentía que el corazón se me iba a salir de exaltación, necesitaba verlo una vez más.
No era la primera vez que sucedía, ya habíamos tenido una "última vez" en varias ocasiones, ya nos habíamos despedido decenas de veces, ya nos habíamos tomado en son de despedida, ya habíamos dicho adiós, ya nos habíamos dado el último beso, ya habíamos hecho el amor innumerables últimas veces, y con ese antecedente presentía lo que podía suceder.


Nos encontramos y fuimos a un bar –los dos preferíamos tomar un trago antes que un café- hablamos de lo nuestro y por más vueltas que le dimos al asunto coincidimos en que debíamos ponerle punto final, a esas alturas era inevitable, él tenía un compromiso inquebrantable con otra persona.
Pagó la cuenta y caminamos hacia su auto, estábamos a mitad de camino hacia mi casa y una luz roja hizo que el auto se detuviera, nos miramos y no hubo necesidad de más, cogió mi mano y entrelazamos los dedos, viró el timón, entramos a un hotel.
Casi no llegamos a la habitación, el ascensor fue buen cómplice de nuestra pasión, casi me tomó allí mismo, me cargó y me apretó contra el espejo, bajé su cremallera mientras buscaba su miembro, necesitaba sentirlo, una vez más, como siempre.
No sé como ingresamos a la habitación pero cuando nos dimos cuenta nuevamente estábamos yo en él y él en mí, apenas pudimos cerrar la puerta y nuevamente el libido, nos impulsó a tomarnos eufóricos el uno al otro, era demasiado sentir, demasiada excitación, demasiado placer.
Y así lo hicimos un par de veces más, ambos nos preguntábamos qué era lo que pasaba, queríamos encontrar una respuesta pero ninguna iba acorde a nuestra realidad. Cambiamos de tema, no queríamos seguir con ese tormento.
Me preguntaba que estaría haciendo en ese momento su pareja, qué es lo que estaría pensando, dónde creía que estaba, acaso daba por cierto aquello que le dijo, que él estaba en una reunión de negocios.
¿Hasta cuando podríamos seguir con esa farsa? ¿Hasta cuando él miraría a su pareja y le aseguraría eterna fidelidad? ¿Hasta cuando yo podría estar así y hasta cuando podríamos mentir? ¿Hasta cuando podríamos fingir, hasta cuando podríamos guardar este secreto?
Miró el reloj y dijo que era tarde, le respondí que sí, que siempre –desde el inicio- siempre fue tarde para nosotros, que llegamos tarde, que él llegó tarde a mi vida y yo llegué tarde a la suya, y así no había nada que pudiéramos hacer para cambiar las cosas. Nos abrazamos fuertemente.
Acabé, acabó, una vez más se acabó lo nuestro… al menos por esa noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario